Peligro Inminente para nuestra agua, Nuestra Electricidad, y nadie se da cuenta.
LA SOCIEDAD Nacional de Minería es esquizofrénica, coloca en la televisión avisos con testimonios -suponemos reales- de comuneros que hablan flores de la actividad minera en sus zonas; pero, a la vez, se muestra incapaz de poner en ordena las empresas que la integran. Doble mensaje. Me refiero al contraste entre esa optimista campaña publicitaria y lo que está ocurriendo en la carretera Central, aquí nomás, pasando Cocachacra. Una vieja mina, Coricancha, hoy en manos de la canadiense San Juan (Gold Hawk Resources), ha sobrecargado de tal forma sus depósitos de relaves que en cualquier momento estos se van a rebalsar inundando con sus contenidos tóxicos en extremo gran parte de la zona periférica; es decir, las chacras, bosques y pueblos de esta área fronteriza entre las provincias de Lima y Huarochirí.
Si al lector limeño Huarochirí le resulta tan lejano y ajeno como el problema de los relaves, será bueno precisarle que cuando ocurra el colapso, se verán severamente afectadas las líneas del Ferrocarril Central. ¿Qué nunca toma sus servicios? Bueno, se inhabilitará un tramo importante de la carretera Central. ¿Dejará de ir a Tarma los fines de semana? Muy bien pero, ¿qué hará cuando no pueda consumir el agua que sale de los caños de su casa, ni lavarse los dientes ni lavar los platos con ella, porque vendrá del río Rímac con arsénico, plomo y antimonio?
LOCURA COMPARTIDA
Pero no solo la SNMP es esquizofrénica, el gobierno también, en categoría electro shock. Por un lado, el organismo que regula la actividad minera (Osinergim) desde mediados de este año ha estado alertando sobre el peligro que late en Coricancha. Defensa Civil y la Defensoría del Pueblo se han pronunciado en el mismo sentido. Sin embargo, nadie hace nada, porque los burócratas del Ministerio de Energía y Minas le tiran la pelota al Ministerio del Ambiente, cuando se sabe de sobra que este último nace cojo precisamente porque el Ejecutivo no le da funciones
de vigilancia de la actividad minera. Doble mensaje otra vez. Los pasos chuecos del cazador encargado de eliminar al perro del hortelano.
Pero no solo la SNMP y el Estado son esquizofrénicos, la población limeña en promedio también lo es, si entendemos como un rasgo de esta enfermedad mental la indiferencia frente a las demandas de la realidad, y el desplazamiento de la atención a fantasías delirantes. Así, cuando ocurra el rebalse de Coricancha, todo el mundo se empezará a preguntar, ¿qué fue lo que pasó, que ni siquiera puedo lavar la ropa de mis hijos con el agua del caño? O, ¿por qué nos hemos quedado sin energía eléctrica de un día para otro? Un semanario local calcula que el desastre será similar al ocurrido en 1998 en Santa Teresa, Cusco, cuando un alud de lodo y piedras sembró para siempre en el subsuelo a una central hidroeléctrica enorme, completa. Pues bueno, lo de Coricancha bloqueará la bocatoma de la central Pablo Bonner, dejando a oscuras a una buena cantidad de casas de la región. Pero de repente al lector Chosica le queda demasiado lejos como para preocuparse, total, más tranquilo es Cieneguilla
VIVA EL PERÚ
Mientras tanto, que viva el Perú, que viva el aumento de las exportaciones del pisco, que viva la papa nativa, que viva el tagliatelle de sachavaca, que viva la marinera electrónica, que viva Juan Diego Flores, que viva el crecimiento anual del país en casi 8 puntos, que viva Machu Picchu, maravilla de la humanidad. Ya nos ha pasado una vez, con consecuencias de las que aún no nos reponemos. Durante el tiempo en que Sendero Luminoso actuaba en los cerros lejanos, en los territorios de los indios, en Lima seguía la pachanga. Tuvo que ocurrir lo de Tarata para que la capital se diera el contrasuelazo que la realidad le exigía. En el interior del país cada día surge un nuevo conflicto entre mineras y comunidades. La SNMP está chiflada, el Estado también. Pero que ocho millones de limeños seamos esquizofrénicos, es nuestro próximo Guiness, a la altura del ceviche más grande del mundo. *
Escrito por: R a f o L e o n
LA SOCIEDAD Nacional de Minería es esquizofrénica, coloca en la televisión avisos con testimonios -suponemos reales- de comuneros que hablan flores de la actividad minera en sus zonas; pero, a la vez, se muestra incapaz de poner en ordena las empresas que la integran. Doble mensaje. Me refiero al contraste entre esa optimista campaña publicitaria y lo que está ocurriendo en la carretera Central, aquí nomás, pasando Cocachacra. Una vieja mina, Coricancha, hoy en manos de la canadiense San Juan (Gold Hawk Resources), ha sobrecargado de tal forma sus depósitos de relaves que en cualquier momento estos se van a rebalsar inundando con sus contenidos tóxicos en extremo gran parte de la zona periférica; es decir, las chacras, bosques y pueblos de esta área fronteriza entre las provincias de Lima y Huarochirí.
Si al lector limeño Huarochirí le resulta tan lejano y ajeno como el problema de los relaves, será bueno precisarle que cuando ocurra el colapso, se verán severamente afectadas las líneas del Ferrocarril Central. ¿Qué nunca toma sus servicios? Bueno, se inhabilitará un tramo importante de la carretera Central. ¿Dejará de ir a Tarma los fines de semana? Muy bien pero, ¿qué hará cuando no pueda consumir el agua que sale de los caños de su casa, ni lavarse los dientes ni lavar los platos con ella, porque vendrá del río Rímac con arsénico, plomo y antimonio?
LOCURA COMPARTIDA
Pero no solo la SNMP es esquizofrénica, el gobierno también, en categoría electro shock. Por un lado, el organismo que regula la actividad minera (Osinergim) desde mediados de este año ha estado alertando sobre el peligro que late en Coricancha. Defensa Civil y la Defensoría del Pueblo se han pronunciado en el mismo sentido. Sin embargo, nadie hace nada, porque los burócratas del Ministerio de Energía y Minas le tiran la pelota al Ministerio del Ambiente, cuando se sabe de sobra que este último nace cojo precisamente porque el Ejecutivo no le da funciones
de vigilancia de la actividad minera. Doble mensaje otra vez. Los pasos chuecos del cazador encargado de eliminar al perro del hortelano.
Pero no solo la SNMP y el Estado son esquizofrénicos, la población limeña en promedio también lo es, si entendemos como un rasgo de esta enfermedad mental la indiferencia frente a las demandas de la realidad, y el desplazamiento de la atención a fantasías delirantes. Así, cuando ocurra el rebalse de Coricancha, todo el mundo se empezará a preguntar, ¿qué fue lo que pasó, que ni siquiera puedo lavar la ropa de mis hijos con el agua del caño? O, ¿por qué nos hemos quedado sin energía eléctrica de un día para otro? Un semanario local calcula que el desastre será similar al ocurrido en 1998 en Santa Teresa, Cusco, cuando un alud de lodo y piedras sembró para siempre en el subsuelo a una central hidroeléctrica enorme, completa. Pues bueno, lo de Coricancha bloqueará la bocatoma de la central Pablo Bonner, dejando a oscuras a una buena cantidad de casas de la región. Pero de repente al lector Chosica le queda demasiado lejos como para preocuparse, total, más tranquilo es Cieneguilla
VIVA EL PERÚ
Mientras tanto, que viva el Perú, que viva el aumento de las exportaciones del pisco, que viva la papa nativa, que viva el tagliatelle de sachavaca, que viva la marinera electrónica, que viva Juan Diego Flores, que viva el crecimiento anual del país en casi 8 puntos, que viva Machu Picchu, maravilla de la humanidad. Ya nos ha pasado una vez, con consecuencias de las que aún no nos reponemos. Durante el tiempo en que Sendero Luminoso actuaba en los cerros lejanos, en los territorios de los indios, en Lima seguía la pachanga. Tuvo que ocurrir lo de Tarata para que la capital se diera el contrasuelazo que la realidad le exigía. En el interior del país cada día surge un nuevo conflicto entre mineras y comunidades. La SNMP está chiflada, el Estado también. Pero que ocho millones de limeños seamos esquizofrénicos, es nuestro próximo Guiness, a la altura del ceviche más grande del mundo. *
Escrito por: R a f o L e o n