Formas de mostrar el paso del tiempo hay muchas. Se puede utilizar un sencillo y económico reloj de sol, un ligeramente más caro y elaborado reloj de arena, una máquina llena de engranajes que mediante un par de agujas indique la hora y los minutos, o un pequeño chip electrónico que muestre la hora sobre un display LCD. Sin embargo, siempre es posible complicar hasta el sistema más simple.
Hace unos 150 años, un maestro relojero francés llamado Pierre Jaquet Droz asombraba al mundo con sus autómatas. Creador de varios mecanismos capaces de hacer cosas realmente extraordinarias, entre los que se destacan los tres autómatas más complejos y famosos del siglo XVIII (La Pianista, El Dibujante y El Escritor), también fabricó uno de los relojes mecánicos mas complejos de la historia: La Machine a Ecrire le Temps, o La Máquina que Escribe el Tiempo. Como su nombre indica, se trata de un reloj que en lugar de utilizar alguna clase de pantalla o agujas para mostrar la hora actual, la escribe de “puño y letra” sobre una hoja de papel.
Cuando uno se entera de la existencia de estas cosas, no puede menos que pensar qué habrían sido capaces de construir esos viejos maestros relojeros si hubiesen tenido a su alcance las herramientas, técnicas y componentes existentes en la actualidad.